Hablemos de la regla
Entrevistamos a Mariña Fernández Escariz, fundadora de la ONG Cromosomos X, para entender mejor la relación que existe entre la menstruación y la sostenibilidad social y medioambiental.
Una vez al mes, durante varios días seguidos, muchas niñas no van a la escuela. En algunas partes del mundo, tener la regla es una puerta abierta hacia el abandono escolar. Los tabúes alrededor de la menstruación y la falta de acceso a agua, saneamiento y productos de higiene adecuados son una de las grandes fuentes de desigualdad en el mundo.
📚 Dejar de ir al colegio es solo el principio.
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Hoy venimos con una nueva edición de las charlas de Planeta Mauna Loa, un espacio en el que conocer de cerca a quienes trabajan para mejorar nuestra relación con el planeta 🌱
A nosotros nos gusta pensar (y decir) que hablar de medioambiente es hablar de todo: política, economía, ciencia, sostenibilidad, sociedad, arte, salud… Cualquier cosa que tenga lugar en nuestro planeta es, de una forma u otra, medioambiente.
La entrevista de hoy nos hace mucha ilusión porque vamos a hablar de medioambiente desde una perspectiva muy diferente y también porque estamos con una amiga: Mariña Fernández Escariz, fundadora de Cromosomos X, una ONG que busca acabar con las desigualdades que genera la regla y con el tabú menstrual a través de formaciones dirigidas a niñas y adolescentes.
Hay muchas formas de hablar de menstruación y hoy vamos a empezar por la que tiene más relación con el medioambiente. ¿Cómo impactan en nuestro entorno los productos de higiene menstrual desechables que se usan en gran parte del mundo, como las compresas y los tampones?
El impacto más evidente es el uso de recursos para su fabricación, tanto a nivel de energía como de agua y de materias primas. Su producción, por ejemplo, causa deforestación, porque parte de estos productos tiene una base vegetal.
Otro de los grandes impactos de los productos de higiene menstrual es la contaminación del agua, sobre todo, cuando se utilizan en zonas en donde la recogida de basura es deficiente o inexistente.
¿Qué cantidad de residuos se genera al año?
Se calcula que se generan unos 136 kilos de residuos relacionados con la higiene menstrual a lo largo de la vida fértil de una mujer, desde la primera menstruación hasta la última. Si tenemos en cuenta que la media de años que la mujer menstrúa es de 40, serían unos tres kilos al año.
Estos productos, en su mayoría, no son biodegradables. ¿Qué sucede si terminan en la naturaleza?
Efectivamente, la mayor parte de los productos desechables, los productos menstruales de un solo uso, no son biodegradables. Si terminan en los mares, contaminan las aguas durante más de 300 años, que es el tiempo que tardan de media en descomponerse. Además, las compresas y los tampones tienen componentes artificiales que alteran el ecosistema de ríos y océanos.
Si ponemos el foco en los países ricos, esto supone un problema medioambiental muy importante, pero si pensamos en las zonas del planeta en donde las personas se bañan en estos ríos y cogen agua de los mismos para lavar sus alimentos o dar de beber a sus animales, el impacto es mucho mayor.
Entre los componentes más contaminantes de los productos menstruales reutilizables, está el rayón, que es un filamento textil artificial que se parece a la cera, los termoplásticos o la celulosa. Además, para que los tampones parezcan más bonitos, los blanquean con sustancias que son tóxicas no solo para el medioambiente, sino también para el cuerpo de las mujeres que los usan.
En algunos casos, hablamos incluso de componentes de los que no conocemos su impacto.
Exacto. Yo creo que esto está muy relacionado con el tabú que rodea a la menstruación. Como es un tema que se invisibiliza, se le ha dado poca importancia a medir el impacto que pueden tener estos productos tanto en el medioambiente como en la salud. Algunas mujeres se ven obligadas a utilizar productos desechables durante muchas horas, lo que causa desde infecciones hasta problemas de salud más graves.
“Como la menstruación es un tema que se invisibiliza, se le ha dado poca importancia a medir el impacto de estos productos en el medioambiente y en la salud”.
A pesar de esto, los productos desechables son la mejor alternativa para muchísimas mujeres. Debido a los tabúes o a la pobreza, muchas utilizan opciones peores, como trozos de tela u hojas de periódico.
Yo aquí vuelvo a señalar como culpable al tabú que rodea a la regla. Hay países en donde el estigma es muy fuerte y la regla se lleva totalmente en silencio. Muchas niñas no saben lo que les pasa el primer día que menstrúan y tardan años en comentárselo a alguien.
Nosotras, que estamos en contacto con estos colectivos tan vulnerables, lo vemos. Hablamos con niñas que llevan a lo mejor dos años menstruando y no han tenido la confianza para contárselo ni siquiera a sus madres o a sus hermanas, y en ese tiempo han estado utilizando lo que tenían a su alcance. Trozos de tela, de toallas, hojas de árboles.
El hecho de que la menstruación esté tan estigmatizada hace que tampoco se dé prioridad a estos productos en la cesta de la compra de las familias. Y provoca que, efectivamente, una compresa de un solo uso sea la mejor alternativa para muchas mujeres.
👉 Esta entrevista es solo una parte de la conversación que tuvimos con Mariña. ¿Quieres escuchar todo lo que nos contó?
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En los últimos años han surgido alternativas más sostenibles. ¿Nos puedes contar un poco más qué suponen?
Soy una gran defensora de estos productos, aunque siempre hay que tener en cuenta que cada cuerpo es un mundo y que cada persona tiene que encontrar lo que le vaya mejor. Volviendo al tema del tabú y teniendo en cuenta la forma que tenemos de entender la menstruación, no creo que esté bien sentir que se nos impone el uso de un producto por encima de otro.
Todos los productos menstruales sostenibles son positivos y yo, personalmente, prefiero la copa, no solo porque tiene una vida útil de 10 años, lo que hace que sea más respetuosa con el medioambiente, sino también porque permite ver lo que sangras, lo que favorece el autoconocimiento y la ruptura del tabú.
Luego están las compresas reutilizables que tienen una vida útil de tres o cuatro años. Ahora mismo estamos desarrollando proyectos en los que enseñamos a las mujeres a hacer estos productos menstruales, lo que es muy beneficioso para las poblaciones más vulnerables o empobrecidas.
También están las bragas menstruales, que creo que no han conseguido penetrar tanto en la sociedad, quizá porque se ven como un pañal para adultos o porque necesitan de ciertos cuidados y mantenimiento. Pero la sostenibilidad también consiste un poco en eso, ¿no? En no depender de la inmediatez y en cuidar las cosas para que duren.
“La sostenibilidad también consiste en no depender de la inmediatez y en cuidar las cosas para que duren”.
¿Y de qué forma sirven para mejorar la salud de las mujeres y reducir la desigualdad?
En primer lugar, no interactúan con la flora vaginal, por lo que son más respetuosas con el cuerpo que las alternativas de un solo uso que tienen químicos. También entra en juego la salud mental, porque permiten a las mujeres menstruar con dignidad y con un gasto mínimo: evita el estrés de saber que estás sangrando y no tienes productos a tu alcance.
Para entender esto no hace falta ir a países empobrecidos. En España, el 20 % de las mujeres sufre pobreza menstrual, una pobreza específica que se da cuando las mujeres no tienen productos para gestionar su menstruación dignamente, cuando no tienen educación al respecto y viven la menstruación desde la vergüenza o con prácticas limitantes y/o cuando no cuentan con la infraestructura necesaria para menstruar con dignidad. Es decir, no tienen baños con agua corriente, lavabos y jabón.
“Si no tienes un baño o si este no tiene pestillo, no puedes cambiarte la compresa, y, si este no tiene un lavabo con agua corriente, no puedes cambiarte la copa. El enfoque de género es importante en los proyectos de agua y saneamiento”.
Si no tienes un baño para chicas o si este no tiene pestillo, no puedes cambiarte la compresa, y, si este no tiene un lavabo con agua corriente, no puedes cambiarte la copa menstrual. Por eso nosotras siempre decimos que el enfoque de género es muy importante en los proyectos de agua y saneamiento.
Todo esto que nos cuentas perpetúa los tabúes, lo que a su vez dificulta el uso y la popularización de productos más respetuosos con el cuerpo y el medioambiente.
Totalmente, y además deriva en muchas formas de violencia. Si un proceso tan natural como es la menstruación te hace pasar situaciones de estrés o vergüenza, estás generando hacia ti misma un rechazo y unos sentimientos realmente feos y desagradables que pueden ser la puerta de entrada a otras formas de violencia.
¿Qué otras barreras encontráis para la adopción de estos productos reutilizables?
La primera y la más evidente es la económica. A pesar de que a largo plazo son más baratos, estos productos requieren una inversión inicial que muchas personas no se pueden permitir. Esto está cambiando porque cada vez hay más opciones, en España pueden comprarse ya copas menstruales por nueve euros que duran unos 10 años.
Después tenemos las barreras culturales. Estas alternativas hacen que tengas una relación más cercana con la menstruación: por ejemplo, las tienes que lavar, y el estigma puede provocar que muchas mujeres no quieran pasar por esto. Entran en juego el asco y los sentimientos de impureza.
Cuando nació Cromosomos X, el objetivo era distribuir copas menstruales, pero después nos dimos cuenta de que lo más importante era romper los tabúes. Los hay de todas formas y colores, pero todos tienen en común una sensación de inferioridad y de vergüenza hacia el cuerpo de las mujeres.
¿Habéis notado alguna mejora o algún cambio en estos años?
Desde el 4 de marzo, Cataluña reparte productos menstruales reutilizables de forma gratuita, y en Kenia tienen unas políticas que también apoyan su distribución entre los colectivos más vulnerables. Por lo menos se habla de salud menstrual y de la necesidad de acción para que las mujeres podamos estar cómodas en nuestro cuerpo todos los días del mes y todos los meses del año.
Sin embargo, si nos ceñimos a los tabúes, la respuesta no es tan esperanzadora. Sigue habiendo rechazo a las alternativas reutilizables, escuchamos mucho “¡qué asco!”. Donde sí vemos una mejora es después de impartir nuestros talleres.
Hoy en día, la ecología y el feminismo van muchas veces de la mano. ¿Por qué crees que es?
Ambos tienen un enemigo común: el sistema. El feminismo es una lucha antipatriarcal, contra la opresión que ejerce el hombre sobre la mujer y también un poco anticapitalista, porque el capitalismo extremo también es especialmente violento con las mujeres. Se apoya en el trabajo no remunerado, en el trabajo reproductivo y en la hiperproductividad de las mujeres, que tienen que hacerlo todo en casa y también fuera.
“La ecología y el feminismo tienen un enemigo común: el sistema”.
Además, los dos movimientos buscan revertir una relación de poder. El feminismo busca repartir este poder entre el hombre y la mujer y el ecologismo busca equilibrarlo entre el ser humano y la naturaleza. Busca formas de relacionarse que no esquilmen. Se depreda a la naturaleza y también se depreda a las madres, ¿no? Por eso yo creo que van muchas veces de la mano, y ojalá sigan haciéndolo, porque igual que tienen un enemigo común, tienen una victoria compartida.
¡Gracias por leernos! Esperamos que te haya gustado esta entrevista tanto como a nosotros.
📺 Si quieres saber más sobre este tema, te recomendamos el cortometraje documental Una revolución en toda regla. Está en Netflix (y ganó un Óscar).
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La semana que viene volvemos con el formato de siempre y las noticias más interesantes y curiosas sobre medioambiente, naturaleza y cambio climático.
Hasta pronto,
Tania y Juan