Minería submarina: la cuenta atrás
Entrevistamos a Sandor Mulsow, profesor de geología marina de la Universidad Austral de Chile y uno de los que mejor conoce la problemática de la minería submarina, cuyo comienzo puede ser inminente.
En lo más profundo del mar, allí donde no llega la luz del sol y viven los extraños peces abisales, hay un tesoro escondido. Lo forman metales y minerales muy demandados, entre otras cosas, para fabricar tecnologías para la transición energética, como coches eléctricos, baterías o paneles solares.
Pero sacarlos del mar tiene un precio muy alto: sería necesario desarrollar a gran escala la minería submarina, una actividad que destruiría ecosistemas delicados que han tardado decenas de miles de años en formarse y que emitiría gran cantidad de gases de efecto invernadero.
Hasta ahora, la minería submarina solo se ha llevado a cabo a través de contratos de exploración, pero algunas empresas y países presionan para comenzar la explotación comercial. Aunque apenas se habla del tema, el mundo se divide en tres grandes grupos: los que quieren hacer realidad la minería submarina, los que se oponen y piden una moratoria y los que guardan silencio.
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Para hablar de minería submarina entrevistamos a Sandor Mulsow, profesor de geología marina de la Universidad Austral de Chile.
Mulsow es una de las personas que mejor conoce este problema, porque es también el exdirector de la Oficina de Gestión Ambiental y Recursos Minerales de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés). Es decir, la entidad que debe tomar la decisión de si se permite o no la minería submarina a nivel internacional.
La minería submarina se lleva a cabo con grandes máquinas cosechadoras que recorren el fondo marino y aspiran los minerales hasta la superficie. ¿Podrías explicarnos cómo es el proceso?
Para obtener los nódulos de manganeso [uno de los tipos de conglomerados de metales que yacen en el fondo del mar], se utiliza una máquina que pesa entre 30 y 40 toneladas y que avanza por el fondo marino eyectando un chorro de agua hacia adelante. Así pone en suspensión la capa superficial del fondo y la succiona.
Al realizar esta succión, la máquina destruye los nódulos y los sube hacia la superficie por cañerías con aire comprimido. Posteriormente, los sedimentos restantes se devuelven al océano, no sabemos a qué profundidad, aunque lo más probable es que sea cerca de la superficie, para gastar menos energía.
¿Qué es lo que se recoge?
Ahora mismo se estudia explotar diferentes fuentes de minerales submarinos: los nódulos de manganeso, que están en las fosas abisales; los masivos polimetálicos, muy ricos en oro y plata, que se encuentran en las dorsales oceánicas; y las costras de ferromanganeso, que contienen tierras raras y se depositan en las montañas submarinas entre los 800 y los 2000 metros de profundidad.
En este minuto, existen 31 contratos de exploración y los experimentos se han hecho solo en las zonas abisales. La más importante es la zona de Clarion-Clipperton, entre California y Hawái. Todos estos lugares están en aguas internacionales y fueron declarados patrimonio común de la humanidad en 1967.
¿Cómo llegan allí esos minerales, cómo se forman estos nódulos?
Un nódulo de manganeso puede tener entre 10 y 20 millones de años. Se forman a partir de un centro de nucleación, como un pedacito de hueso de ballena o un diente de tiburón. La actividad de las bacterias y otros procesos van depositando los metales sobre ellos durante millones de años. Estos nódulos contienen la historia del océano.
Si los nódulos tienen verdaderos ecosistemas a su alrededor, con la minería no se está extrayendo solamente materia inerte, sino también vida.
Toda la razón. Hay miles de especies que solo pueden subsistir encima de los nódulos. Cuando tú sacas un nódulo, estás sacando prácticamente un hábitat completo para un montón de seres vivos como invertebrados, esponjas, corales, bacterias o poliquetos.
Vida que, de hecho, es muy desconocida.
Cada vez que se colecta una muestra a más de 5000 metros de profundidad, la probabilidad de encontrar una especie nueva es casi del 100 %.
¿Y para qué se quieren utilizar estos materiales?
La retórica ha ido cambiando. Empresas como The Metals Company y GSR y países como China y Noruega están tratando de extraer nódulos de manganeso para obtener materiales con los que hacer baterías y tecnologías para la transición energética. Supuestamente, tratan de resolver el problema del CO2 de la atmósfera.
Pero se olvidan de que una cosa es extraer los nódulos y otra el proceso de metalurgia que viene después y que genera una cantidad enorme de emisiones. El nódulo como tal no sirve para nada, es necesario separar sus elementos.
La verdad es que hay otros motivos detrás de la minería submarina. Tengo el presentimiento de que se tiene especial interés en obtener tierras raras. En este minuto, las tierras raras están en manos de solo un par de países, entre ellos, China.
Aunque se justifica la necesidad de extraer nódulos de manganeso, todo indica que también existe interés en extraer otros metales valiosos como la plata y el oro.
De hecho, en los sulfuros polimetálicos de las dorsales oceánicas, los compuestos más importantes son la plata y el oro. Se forman donde están las chimeneas submarinas y sus ecosistemas preciosos, prístinos y ancestrales. Explotar estos recursos implica destruir cada uno de estos centros hidrotermales llenos de vida. Si lo permitimos, el daño que hacemos al planeta no tiene nombre.
“Cada una de las operaciones submarinas que se están planteando abarcaría 3000 kilómetros cuadrados. Eso son 200 veces Chukicamata, la mina a cielo abierto más grande del mundo”.
¿Qué consecuencias tiene todo esto para la vida submarina?
Para la vida submarina y para nosotros. El océano es el sumidero de CO2 más importante del planeta. Destruir los fondos oceánicos tendría un impacto global gigantesco.
Ustedes saben que yo soy de Chile, un país minero que tiene la mina a cielo abierto más grande del mundo, Chukicamata. Esta mina tiene 15 kilómetros cuadrados. Me gustaría invitarles a hacer los cálculos: cada una de las operaciones submarinas que se están planteando abarcaría 3000 kilómetros cuadrados. Eso son 200 veces Chukicamata. Y cada contratista podría tener 75 000 kilómetros cuadrados para hacer 10, 15 o 20 sitios de explotación minera. El impacto va a ser gigantesco. Nunca lo hemos visto en la historia.
653 expertos en ciencias y políticas marinas de más de 44 países han firmado un manifiesto instando a detener la explotación minera en aguas profundas, sobre todo, por el desconocimiento total de las consecuencias que podría tener.
Hemos hablado de la minería, de la actividad metalúrgica y de la destrucción del fondo, pero no de los sedimentos en suspensión. ¿Qué impacto tendrían?
Por un lado está el impacto que causa la pluma de sedimentos en la columna de agua, del fondo a la superficie. Y después está el daño en el propio fondo marino. Allí, los sedimentos se acumulan a un ritmo de un par de centímetros cada mil años.
Si tiras un par de centímetros en poco tiempo, es como una tormenta de sedimentos, una erupción que destruye todo. El fondo del océano está acostumbrado a recibir unos cuantos granitos de material orgánico cada mil años, y tú le vas a poner un centímetro, dos centímetros, en cinco minutos.
“El fondo del océano está acostumbrado a recibir unos cuantos granitos
de material orgánico cada mil años, y tú le vas a poner un centímetro, dos centímetros, en cinco minutos”.
De hecho, cuando hace unos años se encontró el Endurance, un barco que se hundió a principios de siglo XX, todavía se podían ver las marcas que había dejado en los sedimentos al deslizarse sobre el fondo marino.
Ese es un muy buen ejemplo. En Chile, hay una zona en la que se rastrillaron los fondos hace más de 30 años para hacer estudios físicos y ver cómo era la tasa de recuperación. Han pasado tres décadas y están exactamente igual, ninguna especie ha ido a colonizar los lugares que fueron modificados.
Estos ejemplos nos dicen que, si de repente extraemos una capa de 10 centímetros de sedimentos, estamos eliminando lo equivalente a 10 000 años de procesos naturales. Por un lado, vamos a exponer a seres vivos que tardaron milenios en conquistar esos espacios. Y por otro, vamos a tomar compuestos inertes de las profundidades y llevarlos a la superficie, con los riesgos que tiene.
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La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) solo concede por ahora contratos de exploración, pero esto puede cambiar. ¿Qué países y qué empresas presionan para regular la minería submarina a nivel comercial?
El país que más está presionando es Canadá y su empresa, The Metals Company, es la que está más avanzada. Después está Noruega, que aprobó una ley para desprivatizar los fondos marinos en sus aguas, que llegan hasta el Ártico. Dinamarca quiso también hacer algo parecido, pero acabó retractándose.
Otro país que está ejerciendo mucha presión es China. No parece que esté muy interesado en minar, pero sí en los asuntos geopolíticos y en la distribución de los recursos. También tenemos el caso de Bélgica, que promueve la minería submarina a través de un conglomerado que se llama DEME y que tiene una filial para la explotación de los nódulos polimetálicos, GSR.
The Metals Company, como bien dices, es la compañía que ha tomado la delantera. Espera lograr la autorización para la explotación comercial de los fondos marinos este mismo año. De hecho, asegura que va a presentar el informe de impacto ambiental definitivo el mes que viene. ¿Crees que veremos pronto el inicio de las actividades?
En este momento, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos no tiene la capacidad intelectual ni científica para poder evaluar los estudios de impacto ambiental. Solo la forman abogados que no saben nada de biogeoquímica ni de sedimentología. ¡Nada! Ahora mismo, esta institución es más peligrosa que un mono con navaja.
Si quieres saber más sobre el tema y conocer los planes de empresas como The Metals Company, te recomendamos el documental Deep Rising, en el que Mulsow es una de las fuentes científicas.
¿Quiénes se oponen a permitir la minería submarina?
Uno de los países que mayor liderazgo está ejerciendo en este sentido es Costa Rica. Chile, gracias a mi trabajo, también se ha pronunciado a favor de una moratoria en la explotación de los minerales submarinos. En total, hay más de 30 países que se oponen, entre ellos España.
En este momento, el problema es que The Metals Company ha conseguido que Nauru haga valer la regla de los dos años, por la cual la ISA se debe pronunciar en un período máximo de 24 meses tras la solicitud de explotación minera por parte de un país.
Esos dos años ya han pasado y el próximo mes de julio va a ser clave: el consejo de la ISA decidirá si acepta o no la petición de Nauru y elegirá un nuevo secretario general. Esto marcará la posición para cuando The Metals Company presente su plan de explotación más adelante.
“Creo que este puede ser el año en que no pudimos parar la minería submarina”.
Como señalas, la ISA se reunirá a partir del 15 de julio. ¿Cuál crees que será el resultado?
El actual secretario general ha trabajado para los contratistas mineros desde que entró en la ISA, no tengo dudas. Es decir, todo lo que hace persigue autorizar la explotación de los fondos oceánicos. Así que veo la cosa mal, creo que este puede ser el año en que no pudimos parar la minería submarina.
La demanda de minerales para descarbonizar la economía, para las renovables y para las tecnologías digitales es alta. Si no los extraemos del fondo del mar, ¿cuál es la alternativa?
Las baterías de litio y níquel, como se están planteando para los coches eléctricos, no pueden ser la solución. Quizá sí las de hierro y fosfatos, como están haciendo en China. Pero tenemos que pensar que la movilidad eléctrica no tiene sentido fuera de las ciudades, para larga distancia o para transporte pesado. Aquí la alternativa puede ser el hidrógeno, un elemento que lleva usándose más de 200 años en la industria.
El mayor obstáculo que tenemos ahora mismo es cómo producir ese hidrógeno con electricidad limpia. Para eso, creo que los reactores nucleares de pequeño tamaño, no más grandes que una lavadora, con riesgos mucho más bajos y más modulares, pueden ser una solución.
El problema es que hay narrativas fuertes que nos intentan decir que vayamos por otro lado, como la del señor Elon Musk, al que todos asociamos con los autos eléctricos, y que de la mano de Trump intentó en su día dar un golpe en Bolivia para controlar sus recursos de litio.
Hablando de narrativas y de información, ¿crees que se trata bien este tema en los medios?
No, no, no. Este tipo de cosas como las que hacen ustedes son fundamentales, porque llegan a un público que no lee los artículos científicos. El conocimiento es muy importante. Las personas, como parte de la sociedad, necesitamos esforzarnos para saber estas cosas, necesitamos estar más informados para así defender nuestro patrimonio común.
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